Análisis: caído el estereotipo
Durante esta semana, uno de los portales de noticias de más llegada publicó que el 60% de los encuestados creía que Milei utilizaba el escándalo de Alberto Fernández para tapar la crisis. Es el mismo grupo que buscó imponer: “Casi el 60% cree que Sandra Pettovello debería renunciar tras el escándalo de los alimentos”. Y los guionistas de: “Casi un 66% cree que Javier Milei es inflexible y busca imponer sus decisiones”. Es claro que para ellos la cosa ronda en torno al 60%, y es “casi” cierta. Y no mencionemos lo trascendente: la subestimación del lector en favor de una agenda kirchnerista.
Claramente, la suspensión de la pauta oficial debió haber sido un golpe cercano al KO y el presidente los viene aporreando en escaramuzas por la batalla cultural, sobre eso no hay discusión. Pero adivinen: las zurras ejecutivas seguirán adelante mientras el recurso editorial sea tan burdo como una encuesta de casi el 60% de algo. En rigor, si alguien se benefició con la difusión del affaire Fernández, o de replicar las fotos de Yañez hasta que la justicia ordenó que dejara de hacerlo, fue el/los multimedios que publicaron toda la vil desventura como plato del día. Menguado el interés por Loan, qué mejor que la debacle final de Alberto para cubrir el agujero informativo. Luego, actuaron el papel de los desentendidos. De cualquier manera, el beneficio para el oficialismo no tuvo que ver con que se tapó una supuesta crisis, como decía la encuesta, sino con el derrumbe del estereotipo Milei. Con qué cara vendrá el kirchnerismo y sus aliados a cuestionar su psicología y el gusto por conversar con sus canes muertos cuando el último presidente K fue, de mínima, un violento abusador serial y un sospechado corrupto. Ruin, mitómano y un incapaz para ocupar con honor el sillón del prócer. El que se visualizaba como el “primer feminista” acabó siendo peor que el último feminista: un criminal.
Ahora bien, cambiará en algo la estrategia de la variopinta oposición contra el libertario. De ninguna manera. Asumida la mirada miope, la doble moral y la hipocresía, difícilmente les interese renovar el repertorio. Seguirán apuntando los índices y arrancándose los ropajes, pero con la estatura moral de un pigmeo.
Por: Esteban Fernández