Análisis Político: el cuento del stock crítico
Repasemos algunas cifras que se desprenden del sitio web del Monitor Público de Vacunación del Ministerio de Salud de la Nación. Llegaron al país (hasta el último miércoles) 9.687.800 vacunas contra el Covid-19. Se distribuyeron 8.900.392 y 787.408 (8% del total) quedaron bajo la guarda de la cartera de Salud. Por su parte, el gobierno de Kicillof recibió 3.498.804 dosis y aplicó 2.931.586; por lo que le resta un stock total (pendiente de inocular) de 567.218 unidades (16% del total).
Sonia Tarragona, jefa de gabinete del Ministerio de Salud de la Nación, manifestó que: “Ese stock crítico o estratégico equivale a un trimestre de provisión y se reserva por si los productos se echan a perder (un corte de luz); por si ocurre una emergencia como la de los incendios de la Patagonia. O si surge alguna diferencia con la población objetivo a cubrir”. Con respecto a qué criterios se utilizan para determinar esa provisión capturada; Tarragona contestó: “La reserva de vacunas para contingencias no tiene un número fijo, es dinámico. Se hace en función de la logística y es variable de acuerdo a la presentación de las vacunas que van llegando”. El viejo truco de utilizar el dinamismo de la enfermedad para no tener un plan cierto y configurado.
Pero volvamos sobre las definiciones de Tarragona, la Magíster en Finanzas Públicas. Ella se refirió a situaciones de emergencia que justificarían la existencia de esas dosis cautivas. Podríamos entender que la vacunación se usara en escenarios límite (como los incendios del Sur) si el suero produjera un efecto inmediato, pero no. Le lleva entre tres semanas a un mes en generar respuesta inmunológica. Ergo, esas escenografías apocalípticas, y sus apremios, no sirven de marco para la justificación. Amén de que sabemos, con el diario del lunes, que ese desastre ambiental no mermó las arcas del stock preventivo.
La siguiente razón tiene que ver con el hipotético de productos echándose a perder (un corte de luz que afectara la cadena de frío de la provisión). Lo ideal sería que, dada la importancia extrema de lo que se almacena, no existiese el mínimo contratiempo (o que para todo hubiese un plan de contingencia). Pero si hubiese que contemplarlo, se sabe que las pérdidas por estos accidentes son mínimas. A modo de ejemplo podemos citar las 400 vacunas que se echaron a perder en Olavarría. Cabe tomar la previsión, pero esa reserva se ubica lejísimo del 8% que guarda Nación y el 16% que no reparte Provincia. Lo mismo ocurre con el último justificativo: el supuesto error de cálculo. También amerita ser tenido en cuenta. Pero, su estimación no justifica las cifras incautadas.
Llegamos ahora al punto crítico: si el cargamento que se resguarda bajo siete llaves equivale a un trimestre de provisión, como aseguró la magíster. Y si ese stock se reserva para emergencias de distinta índole. ¿Qué mayor emergencia puede existir que vacunar ahora a los grupos de riesgo? ¿Saben acaso que cada vacuna no suministrada puede significar la muerte de un padeciente que no la recibió a tiempo? Y eso multiplicado por más de 1.200.000 vacunas, o personas que siguen esperando.
Se entiende que la coalición gobernante no quiera afrontar el out of stock (como resultado de su lamentable gestión de compra) en un año eleccionario. Incluso vislumbramos que el “stock crítico” es otra definición del clientelismo justicialista. Eso que el PJ se reserva para cuando las urnas están al caer. O tal vez, solo sea esa compulsión por hacerse de aquello que no es de ellos; de administrarlo antojadizamente. Lo que sí queda diáfano es que la decisión detrás del cargamento guardado no responde a necesidades sanitarias del país, sino a la mezquindad y al oportunismo político. Mientras provincias como San Luis, La Pampa y la Capital ven languidecer a cero sus partidas, el Ejecutivo y Provincia se sientan sobre las minas del rey Salomón. Especulan con el poder que les da tener una millonada de vacunas sin aplicar.
Y después, debemos creerle a Fernández que su preocupación es la salud de los argentinos. Si así fuera, ya sabría que la mejor cura contra el virus es aquella que se da a tiempo.
Las que se guardaron pesarán sobre sus consciencias.
Por Esteban Fernández