Análisis político: el mercenario

Hace dos semanas, el reconocido orfebre Juan Carlos Pallarols (el artesano de los bastones presidenciales) comentó públicamente que le había extendido una invitación a cenar a Milei. En medio de la charla, el candidato le pidió que coordinara los pormenores con su hermana. Cuando el platero habló con ella fue puesto al corriente sobre un pedido: dos mil dólares para que el líder de LLA se sentara a dialogar en la misma mesa.
Más allá de que a Pallarols lo precede una reputación de 40 años de trabajo e integridad, y la de Milei está por verse, no parece una historia falaz. Sin ir más lejos, antes de las primarias se desató, caldeado por varios medios, el escándalo de la venta de candidaturas. Y esas subastas se parecen mucho a la narración del inicio. En defensa de Milei se puede argumentar que se trata de la tarifa de un privado. Así y todo, no deja de sonar como un mercenario que no puede dilucidar (eso es lo grave) cuándo corresponde cobrar por los servicios y cuándo no.
Pocos días atrás, el periodista Diego Sehinkman, conductor del prime time de TN, reveló que había invitado al libertario al programa y había recibido otro inusual pedido: la lista de invitados. Luego de revisar los nombres “los impugnó y decidió no venir”. El admirador de Menem confirmó la historia, pero contrapuso que “resulta clave tomar recaudos frente a las sistemáticas emboscadas y trampas” de algunos programas.
Uno imagina que el economista se refiere a asuntos o temas que pueden resultarle espinosos de tratar (venta de órganos, DDHH, tenencia de armas) o que directamente lo sacan de quicio; son conocidas sus rabietas, alaridos y destratos que ha proferido al aire cuando el diálogo no salía como él pretendía. Ahora bien, si su intención es eludir las “emboscadas” y zancadillas discursivas debería bajarse del debate presidencial porque ahí sí pondrán a prueba su escaso temple y paciencia. La disyuntiva es: si aparece sedado dirán que fue medicado para la tele, un embole desabrido. Si la versión que se hace presente es la iracunda y maleducada, recibirá la crítica del establishment, pero habrá cumplido con lo que sus seguidores esperan de él.
Cual sea el Javier que aparezca: el que le cobra a la madre por visitarla, el dopado, el enajenado o el aliado de Massa y Barrionuevo, todos tienen en común el liderazgo mesiánico, la descalificación, las listas negras, la invención de enemigos, la prepotencia y una pretendida superioridad moral.
No sea que estemos ante un nuevo virus peronista y no nos dimos cuenta. Y lo que creímos que se diluiría, acabo tragándonos a todos.
Esteban Fernández