Análisis político: la portavoz del mal
Que la vocera de la Casa Rosada, Gabriela Cerruti, se refiera a Macri como exponente de la “derecha golpista”; en alusión a los seguidores de Bolsonaro que intentaron hacerse del poder o impedir que Lula lo asumiera, o la horda de Trump que luchó por apropiarse del Capitolio; sugiere la clase de infamia terminal que ya expresó en torno a los muertos de la pandemia: “La derecha ha puesto sus piedras”. Nada más de emisaria del mundo inferior que diferenciar muertos por su pretendida ideología. O tal vez, vaya en sintonía con lo que intentó Alberto el 9 de julio de 2021, cuando en vez de celebrar la independencia de nuestra patria, se disculpó ante su par boliviano porque Macri y Bullrich habían enviado armamento y gendarmes para derrocar a Evo.
A las claras, una falsedad inenarrable que solo buscó distraer la atención de uno de los fraudes electorales más abyectos que recuerda la historia contemporánea. Dado que al valiente Morales no le agradaba el devenir de las elecciones, iba perdiendo, decidió apagar el “sistema” y cuando volvió, ya era el ganador. Así resuelve una elección presidencial la izquierda democrática.
En rigor, eso está en juego: la idea de que pueden invisibilizar regímenes genocidas (amigos) de la estofa de Venezuela, Cuba y Nicaragua. Y con otros más livianos hacen la vista gorda. Como el izquierdista Castillo, el presidente de Perú que recientemente intentó convertirse en autócrata igual que Castro, Chávez, Maduro, el matrimonio Ortega y el cocalero del altiplano. A todos les picó el bicho de la corona y del cetro diamantado, del golpismo que ataca a la independencia de poderes.
Con esa imagen ya extendida a nivel continental, la preocupación no es menor y más si están condenados o sospechados por enriquecerse a expensas del pueblo comunista. Tales son los casos de dos de los nietos predilectos de Fidel, Tony y Sandro. Mientras la isla hambreaba como nunca en 2020. Ellos se la pasaban en grande manejando bólidos por Spain o visitando una París de ensueño, todas imágenes que la mayoría de los cubanos solo verá en postales, y tampoco. Ahora imaginen la que hizo, la que amasó el camarada del Che en sus casi 50 años de monarquía para que los pelafustanes de los nietos se la tiren de ricos. Y no olvidemos a la persona más adinerada de Venezuela: la hija del difunto Chávez, alrededor de 4.200 millones de dólares.
La versión vernácula del populismo ha robado sistemáticamente durante 12 años, la cifra asciende a miles de millones en divisa fuerte, y la mayoría de sus dirigentes muestran crecimientos exorbitantes derivados de la función pública. Nada novedoso para el resto del continente. Pero a qué viene tan extensa digresión. La burguesía inescrupulosa disfrazada de centro izquierda, que rige en varias latitudes, condena con ira de inquisición a los ultras de Trump, a los bolsonaristas, que a poco estuvieron de arruinarle la asunción a L, porque es lo más cercano a los desmadres propios. Es la oportunidad de jactarse de demócratas. Son capaces de vociferar por alzamientos de diestros radicalizados, pero padecen de olvido atroz para condenar a asesinos Ejecutivos y sus crímenes caribeños de lesa humanidad. Esos son los códigos de la amistad.
Ahora bien, a la izquierda progresista K hay que reconocerle que ellos no son como la derecha nazi de Bolsonaro que se rajó para no entregar el mando. Ellos no fueron los que no bien asumieron le cortaron por decreto 100.000 millones de pesos anuales a los jubilados.
No, ellos no son esa derecha.
Por: Esteban Fernández