Análisis: sobre alianzas
La presidencia de Milei no contó con el beneficio de la luna de miel, del período de gracia o del tiempo extra; unos seis meses antes de que arrecien las primeras críticas pesadas. Era de esperar que debido al calibre de las reformas propuestas por el libertario y sus modos el periodo de encandilamiento fuese mucho más breve, pero no tanto. A las dos semanas, la CGT se despachó con una convocatoria a un paro general para el 24 de enero, los movimientos sociales marcharon desde el primer día en favor de su “derecho a cortar calles” y el kirchnerismo rabioso, pese a acuerdos previos con el nuevo presidente, decidió no acompañarlo legislativamente; la idea es mostrarse opositores de cara a ese “capital simbólico” que lo sigue. Ahora bien, en privado la historia siempre es distinta.
En relación con el mamotreto de 664 artículos que pretende desobturar la economía y las relaciones sociales desde todos los ángulos imaginables, se prevee que mucho de lo enunciado pase a la papelera de reciclaje o se lo maquille (la reforma pesquera, las protestas en la calle, la injerencia sobre el Código Civil y Comercial); ahora bien, el paquete fiscal de Caputo y la declaración de emergencia por un año pasará a cualquier costo. Tal vez, el error fue poner todo en la misma bolsa sin priorizar lo impostergable de aquello que podía esperar. Máxime con un mandatario que no puede darse de lujo de desgastar su imagen en temas que no hacen al corpus principal.
Es conocido que este presidente es un ejecutor sin territorio ni fuerza parlamentaria. Esa particularidad lo volvió propenso a alianzas contra natura. Tal vez, el segundo plano que adoptó CFK tenga que ver con lo antedicho. Se nota que Milei no tiene pensado, al menos por ahora, confrontar con el kirchnerismo en asuntos de corrupción. No solo eso, ya cumplió con algunos acuerdos que había asumido con Massa como la continuidad de equipos y edecanes que responden al tigrense y siguen en la administración pública (AFIP, AySA, aduana y otras secretarias). No debe ser fácil enfrentar la maquinaria K en las Cámaras y en la Provincia de Buenos Aires sin honrar las deudas.
Los otros socios vienen por el lado de Macri, Bullrich, los radicales y algunos más. Con ellos, pese a los bemoles, la afinidad es manifiesta. Son la fuerza parlamentaria que la revolución de 664 artículos necesita para empezar a caminar. El resto dependerá del cielo, como le gusta decir a Milei, y de acuerdos con lo peor de la casta. Pero eso ya lo sabíamos.
Esteban Fernández