Análisis: ¡Tiranos temblad!

Suena a quimera cuando el líder opositor venezolano Edmundo González Urrutia asegura que con su retorno a Caracas, programado para el próximo 10 de enero, se iniciará “una nueva era, una era democrática en Venezuela”. La fecha no es antojadiza, ese día deberá asumir funciones el presidente electo para el período 2025/2031; lo improbable es que aquello que inicie vaya a ser remotamente democrático. El régimen libró una orden de captura contra Urrutia que lo precipitó al exilio en Madrid. El candidato fue categórico: “No nos importa (la persecución). Tenemos un objetivo, que es trabajar en la reconstrucción del país (…) Quiero ser recordado como el presidente que contribuyó a la reconciliación de los venezolanos”. Todo esto en el contexto del premio Sájarov a la Libertad de Conciencia. Él y Corina Machado, que asistió de manera remota, fueron los galardonados con esa distinción.
Ahora bien, cómo piensa asumir. De qué manera heroica él, un adulto de más de 70 con dificultades para movilizarse, y Corina, que permanece a resguardo en una localización “desconocida”, harán que Maduro y Cabello depongan el control absoluto del país. Tal vez, en esa parte del plan aparecerán elementos de realismo mágico para que Urrutia y Machado emerjan en Miraflores en lugar de los dictadores. Ironías aparte, cómo harán para que Maduro no se autoproclame presidente con ceremonia y fanfarria.
La última aparición de la líder antichavista se dio en un video que la mostró a cámara instando a que la marcha del 1 de diciembre fuese un éxito inapelable. Lo llamativo fue que desplegó el mismo discurso ingenuo y pueril de Urrutia de una dictadura al borde del colapso (imaginario). Creerá el venezolano de a pie algo de lo que dicen sus referentes. Por lo pronto, las esperanzas están cifradas en una mujer que saldrá de su localización secreta (como si los servicios de inteligencia fueran incapaces de encontrarla) y de un hombre crepuscular que habla de “contribuir a la reconciliación de los venezolanos”. Contribuir hubiese alcanzado cuando Chávez estaba vivo y recién llegaba a la presidencia.
Mientras tanto, opositores como Jesús Armas, recientemente secuestrado por la dictadura y sin noticias de su paradero, no llegan a recibir premios de aburguesados ni tienen la posibilidad de exiliarse o de esconderse en un bunker misterioso. A él y a decenas de miles de activistas les tocó la cara más diabólica de la revolución bolivariana.
¡Tiranos temblad! No bien Urrutia se tome el vuelo de Iberia a Caracas y Machado regrese de la dimensión espejo, la nueva democracia venezolana estará en camino.
O al menos, eso dice el guión.
Por: Esteban Fernández