Análisis Político: Boliviagate, o el Nobel que Fernández nunca recibirá
Perón decía: “No hay peor cosa que un bruto con inquietudes”. De seguro, esta improvisada máxima del general le calce como un guante al presidente. En su caso, con cucardas como doctor en leyes, profesor universitario y ex jefe de gabinete Nacional, debe de ser más vergonzante (los pergaminos le juegan una mala pasada al ego). Sin embargo, sus marradas, que abarcan toda la paleta de colores, lo hermanan de sangre con la brutalidad más sideral.
El 8 de julio, Alberto le mandó una carta a su par boliviano en donde se disculpaba por el envío de municiones a Bolivia para que los golpistas pudiesen perpetrar el derrocamiento del “valeroso” Evo Morales. Hasta ahí todo bien (para el plan de la coalición gobernante), salvo por el pequeño detalle de que ninguna fake news fue más rápidamente desacreditada que esa; pero ya llegaremos. La nota de color brutal fue que el profesor confundió la palabra “perpetrar” con la muy distinta “perpetuar”. Claro, en su mente adormilada sonaban parecido. Este dato, que refleja el nivel de ignorancia y de paupérrima preparación que acredita la cabeza del Ejecutivo, fue quirúrgicamente retratado por Patricia Bullrich, la ex ministra de Seguridad de JxC, en una extensa misiva que le dirigió a Fernández. Cabe preguntarse: habiendo cometido algunos de los yerros más garrafales de los que se tenga memoria, ¿nadie le revisa los textos al presidente para que, al menos con la palabra escrita, no quede como un alumno repetidor? ¿O es tanta su omnipotencia y necesidad de demostrar sapiencia que no permite que nadie mancille sus originales patinadas lingüísticas?
Estos barbarismos en los que incurre el Ejecutivo son pura insignificancia en comparación con lo que se juega de fondo. El jefe máximo del país dio por sentado un delito sin la mínima indagación ni prueba. Y todo porque en “ese momento gobernaba el país un presidente de un partido diferente al suyo”, afirma Bullrich.
La opereta duró menos que una exhalación. En seguida se supo que la firma del militar boliviano (en la carta de agradecimiento) era, no solo falsa, sino que pertenecía a un miembro de ese gobierno que ni siquiera estaba en funciones para la fecha de la comunicación. Sumado a esto, el por entonces embajador argentino en el Altiplano dijo desconocer la existencia de ese papel y cuestionó su autenticidad. Claro, hablamos de una infame fake news cuyo objetivo (entre otros) fue distraer la atención de los 100.000 muertos por Covid-19 que estaban al caer.
En otra parte de su descargo, la presidenta del PRO reflexiona sobre los militares argentinos y el material bélico enviado para salvaguardar la embajada de nuestro país. “Esto significa que el grupo especial de la Gendarmería Nacional regresó a la Argentina y produjo su informe cuando ya habían transcurrido siete meses de vuestro gobierno. Resultaría importante entonces que las actuales autoridades y no las anteriores respondan de qué modo controlaron las operaciones que se llevaban a cabo en Bolivia y el empleo adecuado del material, ya que desde el traslado de los gendarmes con el material autorizado transcurrió menos de un mes dentro del período restante de gestión del presidente Mauricio Macri, cuyo mandato finalizó el 10 de diciembre de 2019, y siete meses del gobierno que asumió ese mismo día; es decir, el suyo. Por tanto, las autoridades de vuestro gobierno tuvieron un año y siete meses para controlar a los efectivos que estaban prestando funciones en el Estado Plurinacional de Bolivia y después pedir cuentas del material empleado. Resulta asombroso que sólo ahora, ante una carta cuya autenticidad ha sido además desmentida por el supuesto autor, su gobierno se ocupe del asunto”.
Y por si quedaban dudas de lo burdo, desesperado y ausente de materia gris de la maniobra, Bullrich alumbra uno de los puntos más evidentes: “Debe aclararse además que la totalidad de las autoridades del gobierno del Sr. Evo Morales renunciaron entre el 11 y el 12 de noviembre de 2019. El último en hacerlo fue el ministro de Defensa. Este dato no se le puede pasar por alto a usted, Sr. presidente, ya que la carta a causa de la cual usted se apresuró a pedir disculpas está fechada el 13 de noviembre de 2019; es decir, cuando el ex comandante de la Fuerza Aérea Boliviana, Jorge Gonzalo Terceros, ya había renunciado y mal podía entonces enviar en carácter oficial una nota de agradecimiento. Todo ello sin contar con que la Fuerza Aérea no tiene relación alguna con actividades antidisturbios y resulta totalmente incoherente que la nota proceda de ese cuerpo”.
Con la mentira descubierta, y en claro efecto bumerán, el FDT apostó por lo que mejor hace: falsear más. Tiró a la cancha a su batallón de descarados: Soria, para hacer las veces de energúmeno y presentar el infundado caso ante la Justicia. Frederic, la antropóloga sin credenciales que comanda el Ministerio de Seguridad, para repetir como un disco rayado que Macri y Bullrich deberán rendir cuentas por el Boliviagate. El cobarde de Evo, que cuando vio lo que su deseo de perpetuidad había causado en el entramado social de su país, huyó como rata por tirante, para balbucear palabras compradas que ni siquiera dan la talla para ser citadas. Y lo mejor, apareció un boliviano (mandado por Ariel Basteiro, actual embajador allí) para asegurar que “encontramos las armas, pero sin ninguna nota”; como sacado de una comedia de enredos que nunca pasó el corte para salir aire.
Algunos analistas ligados al oficialismo ya tienen las excusas bosquejadas para cuando esta bajeza se quede sin aliento. Dirán que Alberto Fernández actuó de buena fe, y que él todavía cree que hay evidencias para sostener la acusación. Otros observadores de la realidad identifican al profesor como el alma mater detrás de la mentira boliviana. Fernández no se olvidó ni un poco de la irrisoria nominación al Nobel de la Paz por haber gestionado el escape de Morales. Según ellos, el supuesto descubrimiento de un complot para destituir a Evo es todo lo que necesita su precandidatura para volver a posicionarse luego de traspiés indelebles como el de “los mexicanos salieron de los indios, los brasileros salieron de la selva, y nosotros, los argentinos, llegamos de los barcos”. O el ya clásico: “Tenemos descendientes que se convirtieron en afroamericanos”. A esta altura de su gestión, ni descubriendo al asesino de Kennedy logrará el galardón.
Los suecos no premian a embusteros.
Por. Esteban Fernández