Análisis político: Intriga internacional
No solo nos propinaron la cuarentena más larga y boba del planeta. No solo renunciaron al rastreo del virus por decisión política, nunca testearon como correspondía porque la estrategia fue esconder el verdadero número de infectados, especialmente en PBA (de ahí los picos de positividad de más del 40%). No solo coartaron los derechos individuales mucho más de lo tolerable (basta nombrar, entre otros, el caso de Solange y el de Abigail). No solo nunca se les cayó una idea que no fuese restrictiva. No solo culparon sistemáticamente a la ciudadanía y a la oposición por una de las peores gestiones de la pandemia a escala global. Sino que cuando tuvieron la oportunidad de enderezar el rumbo, de enmendar los errores y las desinteligencias del pasado con la llegada de las vacunas; ahí también mostraron la miserabilidad y la mezquindad política que los guía. Eligieron las curas contra el Coivd-19 de manera discrecional, escondieron (burdamente) las razones ideológicas; y todas esas faltas a los deberes de funcionario público, y abuso de autoridad, y abandono de persona, nos costó que casi 7 millones de argentinos no tuvieran la segunda dosis de la Sputnik V. Mientras la casta política y sus familiares (los padres de Vizzotti, los suegros de Massa) ya están completamente inoculados. Nota aparte merecen los miles de argentinos que murieron esperando a que el Ejecutivo se dignara a comprar las vacunas necesarias. Pero en vez de eso, trajeron la mísera porción de curas que su pútrida ideología les permitió. Por eso, rendirán cuentas a la justicia.
Este sanguíneo prólogo estalla luego de darse a conocer la carta del 7 de julio que le mandó Cecilia Nicolini (asesora presidencial de Fernández) a la cabeza del laboratorio ruso (de ahora en más: Dear Anatoly) responsable de la Sputnik V. Hacia el final de la misiva, con un inglés sacado del traductor de Google, la asesora del presidente sin votos escribe: “Siempre hemos hecho lo máximo posible para que Sputnik V sea un éxito mayor. Pero nos están dejando muy pocas opciones para que sigamos peleando por vos (ti) y este proyecto (!)”. Nicolini se refiere a los criminales retrasos de la administración de Putin para cumplir con las dosis (todavía adeudan más de 18 millones de fármacos) y los cronogramas de entrega. A este sincericidio, la administración del presidente Vladimir (ya entronado hace diecinueve años) contestó que primero cumplirán con la demanda interna; luego, entregarán un cargamento de Sputnik V a Bolivia, y después verán lo de Argentina. Sorprende (dado el destrato de los exsoviéticos) el nivel de obsecuencia y genuflexión de la asesora del Ejecutivo hacia la autoridad rusa. Cabe preguntarse: ¿a qué se refiere con “pelear por vos (Anatoly)” para que “el proyecto” sea un hit monumental? ¿Tendrá que ver con los alineamientos políticos del oficialismo (siempre negados)? El mismo encolumnamiento bolchevique que impidió que ingresaran los inyectables de procedencia estadounidense. ¡Pero fue una ley votada por el Congreso! Interpone el kirchnerismo. Justamente, la promulgación de esa ley (al igual que el pacto con Irán) es la prueba del encubrimiento. O en este caso, la evidencia de que el proyecto aprobado por las Cámaras estaba hecho a medida de AstraZeneca y Sputnik V. Y con el agregado, a último momento, de la cláusula de negligencia, se lo blindó a la posibilidad de que entrara Pfizer, que ya para julio de 2020 (mucho antes de la ley) había hecho una oferta por 13.000.000 de botellitas contra el coronavirus 19. Si no fue así, ¿por qué todavía no se concretó ningún convenio con el laboratorio americano? ¿Por qué el Ejecutivo, que no manda, tardó más de medio año en firmar el DNU que propiciaba el ingreso de otras marcas de vacunas? ¿Ganaba tiempo? ¿Demostraba fidelidad de pensamiento a la madre rusa? La falacia de que “no nos pusimos de acuerdo” con Pfizer no cuadra más. Faltó voluntad política porque el oficialismo continuamente respondió a los intereses rusos. Nunca se inquietaron ante la posibilidad de que necesitáramos fármacos de otras latitudes. E incluso cuando supieron que la cosecha de vacunas vendría paupérrima, no cejaron en su miopía ideologizada. Prefirieron mantenerse fieles a los regímenes absolutistas amigos que a las urgencias argentinas. Esa es la última verdad. Si no, repasemos otra parte de la carta. En este párrafo, Nicolini “apura” a Anatoly (haciendo gala de otra regular traducción del castellano al inglés): “Es más, el presidente acaba de sacar un decreto que nos permite firmar con compañías americanas y recibir donaciones estadounidenses. Las propuestas (de vacunas) y las entregas son para este año, y también incluyen uso pediátrico, que también es una gran ventaja para nosotros”. De esta manera, Nicolini le comunica que (al menos en los papeles) perdieron la exclusividad a manos del tío Sam. Además, deja entrever lo que en la década de Menem (otro peronista de raza) llamábamos “relaciones carnales”. Antes, con EE. UU. Ahora, con la ex Unión Soviética. De qué otra forma se puede comprender que una carta, que remite un Estado soberano a un proveedor extranjero, contenga información sobre los ofrecimientos de la competencia. Cuando volvemos a oír las palabras de Máximo K: “No quiero un país que sea juguete de las circunstancias o que tenga que ceder a los caprichos de los laboratorios extranjeros que, con más y con muchísima mezquindad, buscan siempre doblarle el brazo al Gobierno”. Sabemos que mentía flagrantemente. El gobierno ya se había dejado torcer, con gusto, el brazo por Putin y su séquito.
Por qué será que las administraciones kirchneristas persisten en la idea de simpatizar y congraciarse hasta lo más humillante del servilismo con países como China, Rusia, Irán, Cuba y Venezuela (por nombrar los emblemáticos). Qué encuentran de fascinante en los regímenes autoritarios, absolutistas y represores. Tal vez, no sea más que la quintaescencia del movimiento K.
Hasta ahí, solo sería una crítica ideológica. El problema emerge brutalmente cuando la bandera de la casta política obstaculiza el bien común, le niega al país las curas que no son de su signo. Eso es maligno e inmoral. Eso es un crimen.
Por: Esteban Fernandez