Análisis: balance tardío
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La escapada (estadía) de Alberto Fernández y familia por Europa es lo esperable para un tipo de la estofa del expresidente. Saber eso no amortigua la repugnancia, la presión arterial y las ganas de maldecir cuando leemos que se gastó una parva de euros para recibir el 2024 como todo un ricachón. O cuando en el momento más oscuro de la pandemia ocurrieron las clandestinas de Olivos. Qué podíamos esperar de un burro malo más que una patada. O durante el vacunatorio VIP y su recordada frase: “No hay ningún tipo penal en la Argentina que sancione a quien se adelantara en la cola…” Seguro, profe; fue solo una inmoralidad digna del infierno.
A las claras, el hecho que mejor retrató el desprecio de Fernández por el bien común fue la compra sesgada de vacunas contra el coronavirus 19. Pfizer ofreció 6 millones de dosis para fines de diciembre 2020. Pero debido a que el 4to gobierno kirchnerista ya había cerrado acuerdos con amigos de otros laboratorios y las condiciones del gigante farmacéutico no eran todo lo opacas que pretendía el monstruo de dos cabezas, se decidió cajonear esa oferta. A la postre, las curas prometidas llegaron con un año de demora y el desgobierno tuvo que salir desesperadamente a negociar con otros proveedores. Mientras tanto, miles de argentinos murieron sin el pinchazo que podría haberlos salvado.
Superada la cuarentena más larga del mundo, el presidente nominal le declaró públicamente la guerra a la inflación. Claro, quiso vendernos que con ese “punto de partida” podía borrar la inoperancia de la primera mitad de su mandato. Entretanto, la vice se esforzaba por hacernos creer que el déficit fiscal, en modalidad obesidad mórbida, nada tenía que ver con la suba de precios, la responsabilidad era de los empresarios, de los especuladores y del macrismo. Este último culpable acabó siendo, junto con la pandemia, la guerra y la sequía, la excusa predilecta del PJ para justificar la impericia y la maldad propia. Coda: la inflación, que jamás quisieron controlar los Fernández, supero el mil por ciento en ese período.
“Francamente, no creo en los planes económicos”, se sinceró Alberto con el Financial Times en 2020. Así fue, en cuatro años no se tropezaron con ninguna idea. No es seguro qué hubiesen hecho de encontrar alguna.
Este tardío balance desemboca en la presidencia de Milei. Lo más ominoso que arrastra desde su época de candidato son los compromisos asumidos con Massa y CFK. En el caso del tigrense, los acuerdos tienen que ver con mantener estructuras de poder en AFIP, AySA, la aduana, el área de Telecomunicaciones y otros sitios estratégicos. En cuanto a la viuda de Kirchner, el asunto se llena de opacidad. Hay quienes aseguran que viene por el lado del frente judicial de la condenada y el laissez faire prometido por el libertario. Otros hilan más fino y traen a la mesa lo referido a la modificación del sistema electoral plurinominal por uno uninominal, cambio que favorecería enormemente al justicialismo y al sistema bipartidista. Sea cual sea el contubernio que los une, el kirchnerismo no le dará la tregua acordada. Seguirán siendo los golpistas de siempre.
Por último, desde las huestes de Massa, y a modo de respuesta a la pregunta dónde está el exministro, aparece un nuevo slogan: “Hay otro camino”. ¿Se referirá al que lo llevó a la derrota? No es de extrañar que insistan con eso. Es lo único que conocen.
Esteban Fernández