Análisis: #mostráeltítulo
Debe ser inédito que un presidente en ejercicio le señale a un antecesor que su título universitario es falso. Debe ser aún más inédito que se lo señale dos veces y que el injuriado no emita comentario. Sobre todo, cuando el calumniado es Cristina Kirchner y dispone del as de espada: el sobreseimiento de 2016 por la denuncia de “usurpación de título y fraude en perjuicio de la administración pública”.
Cabe apuntar que varios juzgados federales habían recibido presentaciones, ya archivadas, sobre el inexistente diploma, pero fue el fallecido juez Bonadío quien le otorgó la exoneración definitiva. La evidencia, aportada por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) consistió en la fotocopia certificada del ingreso a la carrera, la copia del acta donde se registra el retiro del título, y el analítico, también fotocopiado, de la Dra. Kirchner. En el fallo de unas pocas carillas, Bonadío se tomó el trabajo de justificar la rapidez de su proceder. El fiscal Rívolo no apeló la sentencia.
De las copias que presentó la UNLP se desprende que la expresidenta comenzó la cursada a los 19 años (1972). Debido al golpe del 76 y la mudanza a Río Gallegos por casamiento y por embarazo, se tomó una teórica pausa que duró hasta el 79. Ese año concluyó las asignaturas faltantes y en octubre firmó el egreso. Realmente una performance de pocos haberse recibido durante la dictadura, a distancia, teniendo que ocuparse sin ayuda de Máximo bebé, y todo en una estrecha ventana de tiempo. Pero claro, se trata de la abogada exitosa. La que nunca se registró para ejercer su profesión.
Llegamos ahora al interrogante que subyace: por qué no habló jamás de la acusación. Con el sobreseimiento y su verborragia sería un paseo por el parque y sanseacabó. Se podría inferir que la vice de Alberto decidió no darle entidad a un mito popular judicializado. Y no habría demasiado para oponer. De cualquier manera, seguirá siendo muy peculiar que habiendo recibido dos aguijonazos de Milei por estar floja de papeles haya mantenido el silencio de sepulcro.
No se trata de una construcción falaz o una leyenda urbana. Es un asunto en el que se juega la honorabilidad y la reputación de la UNLP. Ese es el quid. No hay, ni hubo manera de acceder a los originales del caso. Para la casa de altos estudios es un tema blindado y del que nadie quiere oír.
Por último, se conocen múltiples registros fotográficos de la juventud de Cristina, pero nada del egreso. Nadie, del mundo estudiantil o docente, ha dado fe cierta de su paso completo por la universidad. La jefa, tan afecta a las anécdotas ficcionales, se cuida de no ir a ese tiempo. Un tiempo que parece no haber existido más que en un diploma que nadie vio.
Por: Esteban Fernández