Análisis político: el de los favores
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Cualquier aspirante serio a convertirse en el próximo presidente argentino sabe que la deuda en pesos que acumuló la administración de los Fernández es lo primero que deberá atender antes de siquiera hojear otros asuntos. El pronóstico de los que entienden remite a un escenario insostenible. En 2023 expiran alrededor de $16,7 billones (10,2% del PBI). La mayoría de esa friolera vence entre enero y septiembre, es decir, un mes antes de las presidenciales. Julio, el periodo más comprometido, presenta desembolsos por $3810 billones. Eso implica el equivalente a pagar más de dos bases monetarias. No solo eso, los pasivos remunerados del Central ascienden a 10, 5 billones, el doble de dinero que circula en la economía. Aquí el dilema de Juntos por el Cambio: si blanquean la situación a escala masiva podrían alentar una corrida con el agravante de que en el reverso se encuentra el ahorrista argentino. Si por el contrario optan por hacer mutis por el foro sería un déjà vu del 2015, cuando el silencio sobre la calamitosa situación del Estado acabó jugándoles en contra. Error que jamás cometería el PJ variante K, que se pasó, lo que lleva de mandato, culpando a todos por la “herencia recibida”. Es más, hace pocas horas, la portavoz Gabriela Cerruti contestó a las críticas del Papa por la inflación y la pobreza con una referencia a que los males argentinos son “producto de los cuatro años de macrismo”. Casi como si las tres cuartas partes de desgobierno oficialista no tuviesen nada que ver.
Con esa guillotina de papelitos que pierden su valor y la negación constante, cabe preguntarse qué tuvo que ver la maniobra de Massa de la semana pasada. Recapitulemos, el gran simulador anunció la compra de bonos (deuda argentina) por 1.000 millones de moneda dura. Lo que debe el país, en todo tipo de divisa, es US$380.000 millones. ¿Por qué sacrificó el efectivo, tan escaso, en hacerse de títulos que vencerán en siete años? Desde Economía están convencidos de que la semana pasada hubo una corrida contra los dólares financieros; por eso, anunciaron la recompra de deuda. Ahora bien, si esa es la intención, se compra y ya. No se hace espamento. En qué
cabeza entra que Massa haya dejado un spot grabado (anunciando la maniobra) con un día de antelación. Tanto olió a podrido que, luego del pedido del arco opositor de interpelarlo y saber quiénes compraron bonos las jornadas anteriores, salió el propio tigrense a ordenar una investigación para conocer si había habido filtraciones y maniobras especulativas. ¿Estuvimos, acaso, ante una confesión de parte? ¿De qué otro lugar, más que del propio oficialismo, podría haberse conocido la información? De alguna peculiar manera, el del Frente Renovador recordó a Vizzotti haciéndose la opa ante el vacunatorio VIP cuando todo ocurría en la oficina contigua.
Tal vez, más indignante que la posibilidad de un comportamiento espurio detrás de la compra de deuda, sea la certeza de que esos US$ 1000 millones podrían haberse destinado a necesidades más apremiantes (sequía, escasez de insumos vitales) que a una corrida que nunca llegaron a detener. De otra manera, el dólar ilegal (que se arrastra con los otros) no hubiese trepado 37 pesos en menos de un mes.
Ahora sí, como le gustaba decir a las personalidades K con el verde a $19, la patria está en peligro.